Kashtanka's blog


It's something like a hangover

10 de junio de 2010

Amores ridìculos

Cuando el doctor Havel se iba al balneario para someterse a tratamiento, su hermosa mujer tenìa làgrimas en los ojos. Las tenìa, por una parte, por compasiòn (Havel padecìa desde hacìa algùn tiempo ataques de vesìcula y ella, hasta entonces, nunca lo habìa visto sufrir), pero las tenìa también porque las tres semanas de separaciòn que le esperaban habìan despertado en ella dolorosos celos. Còmo? acaso podìa una actriz como ella, admirada y hermosa, tantos anyos màs joven, tener celos de un senyor mayor, que en los ùltimos meses no salìa de casa sin llevar en el bolsillo el frasco de tabletas contra los dolores que le atacaban a traiciòn?

Era asì, y no se sabe por qué le ocurrìa. (...) la actriz tampoco tomò para nada en cuenta la superioridad que le daba su juventud; estaba hechizada por el amor y por el terrible prestigio eròtico de su marido, de modo que seguìa pareciéndole huidizo e inalcanzable y aunque él, con infinita paciencia (y total sinceridad), le explicaba a diario que no habìa ni habrìa jamàs ninguna otra que la aventajase, tenìa dolorosos y salvajes celos de él; solo su natural nobleza le permitìa mantener tapada la olla en la que se cocìa aquel feo sentimiento, que asì hervìa con mayor rapidez y la hacìa sufrir aùn màs.

Havel se daba cuenta de todo, a veces se enternecìa, a veces se enfadaba, a veces todo aquello le fatigaba, pero como querìa a su mujer, hacìa todo lo posible por aliviar sus sufrimientos.

Cuando el doctor Havel se sentò por fin en el autobùs, mirando los ojos llorosos de la hermosa mujer que estaba en el andén, sintiò, a decir verdad, un alivio, porque su amor no sòlo era dulce, sino también difìcil.

Cuando llegò al balneario no se sintiò muy bien. Después de tomar las aguas minerales con las que debìa regar su aparato digestivo tres veces al dìa, tenìa dolores, se sentìa cansado y, cuando se topaba en el paseo con algunas mujeres guapas, comprobaba asustado que se sentìa viejo y no tenìa ganas de conquistarlas. En semejante estado de ànimo recibiò carta de su mujer. Era una carta llena de quejas y lamentaciones: no quiere echarle nada en cara, pero no puede dormir por las noches; sabe bien que lo importuna con su amor y se imagina lo feliz que estarà ahora sin ella pudiendo tomarse un respiro; sì, ha comprendido que le resulta pesada; y sabe también que es demasiado débil para cambiar su destino, siempre atravesado por multitud de mujeres; sì, lo sabe, no protesta, pero llora y no puede dormir...

Cuando el doctor Havel leyò esta colecciòn de gemidos, recordò los tres anyos que habìa pasado en vano tratando esforzadamente de convencer a su mujer de que era un mujeriego regenerado y un amante esposo; sintiò un cansancio y una desesperaciòn enorme. Furioso, arrugò la carta y la tirò a la papelera.

Al dìa siguiente, al despertar, le dolìa un poco la vesìcula; al mirar el reloj, comprobò que media hora màs tarde tenìa que estar en la sala de curas y que por lo tanto tenìa que darse prisa, que era lo que menos le gustaba en la vida.

(...)

-Vamos ràpido! - la voz de la masajista rubia era cada vez menos amable y a Havel le resultaba ofensiva y le producia deseos de venganza. Se quitò entonces los calzoncillos, metiò la barriga hacia dentro, hinchò el pecho y se dispuso a salir de la cabina; avanzò hacia la gran banyera y se sumergio en el agua templada. 

Seguramente no hubiera sido difìcil sacar a la masajista rubia de su frìa descortesìa con algùn chiste, una historia o una pregunta graciosa, pero Havel estaba demasiado irrritado y ofendido como para eso.

En el momento en que le pasaba la manguera por las partes blandas y él se tapaba con las manos el miembro para que no le hiciese danyo el fuerte chorro de agua, le preguntò que plan tenìa para la noche.
-Me parece que se confunde usted-dijo la masajista rubia y le indicò que se pusiese boca abajo.

Y asì estaba el doctor Havel acostado boca abajo en el fondo de la banyera, levantando la barbilla para poder respirar. Pero al cabo de un rato cayò en la cuenta que habìa sido rechazado y que aquella era una nueva ofensa.

Después saliò aprisa del edificio y fue ràpidamente hasta la cartelera del cine Tiempo; allì habìa tres fotografìas expuestas y en una de ellas estaba su mujer. El doctor Havel mirò aquel rostro tierno y sintiò un inmenso amor y una inmensa nostalgia. Tardò mucho en ser capaz de alejarse de la cartelera. Decidiò telefonear a su mujer.

En cuanto oyò la voz de su mujer empezò a decirle que estaba triste, que no tenìa con quien hablar, a quien mirar, que ya no aguantaba solo. En el auricular se oìa una vocecita fina, al comienzo desconfiada, casi llorosa, que empezò a caldearse ligeramente bajo la presiòn de las palabras del marido.
-Por favor, ven a verme, ven a verme en cuanto puedas!
-De verdad no estàs enfadado conmigo?
-Por qué me iba a enfadar? (se enfadò Havel)
-Por esa carta. Tù estàs con dolores y yo te doy la lata con una carta estùpida como ésa, llena de celos.
El doctor Havel cubriò el aparato de ternura y su mujer afirmò que vendrìa manyana.

(...)

Cuando vio que el autobùs llegaba a la estaciòn, cuando vio a su mujer sentada tras el cristal y la vio luego sonreir en la escalerilla, se sintiò feliz, y como los dìas anteriores habìan dejado intactas sus reservas de alegrìa, manifestò durante todo el dìa una satisfacciòn casi alocada.

Recorrieron juntos el paseo, mordisquearon obleas dulces, se rieron de los pacientes que paseaban por las calles por motivos de salud. El Doctor Havel se dio cuenta de que algunos viandantes miraban fijamente a la actriz, se volviò y comprobò que se detenìan y seguìan miràndolos. Havel que habìa pasado los ùltimos dìas en una humillante invisibilidad, estaba agradablemente complacido por la atenciòn que despertaban y deseaba que los rayos de interés cayesen también, en la mayor medida posible, sobre él; por eso rodeaba a la actriz por la cintura, se inclinaba hacia ella, le susurraba al oìdo las màs divertidas palabras tiernas o lascivas, de modo que ella también, como recompensa, se apretaba contra él y elevaba hacia él sus alegres ojos. Y bajo tantas miradas, Havel sentìa que era de nuevo visible.

Mientras vagaban asì por la calle principal, enlazados como dos amantes mirando los escaparates, Havel vio en una tienda de artìculos de caza a la masajista rubia que tan mal le habìa tratado la vìspera. La tienda estaba vacìa y la rubia masajista hablaba con la vendedora.

- Ven -  le dijo a su sorprendida mujer - eres la mejor persona del mundo; quiero hacerte un regalo -y la cogiò de la mano y la condujo a la tienda.

Havel registro ràpidamente la mercancìa expuesta; vio cornamentas, bolsos, escopetas, prismàticos, bastones, bozales para perro.

- Qué desea? - le preguntò la dependienta.

Por fin vio bajo el cristal del mostrador unos silbatos negros y le indicò que le ensenyara uno.
-Estupendo -lo elogiò a la dependienta y puso ante ella el billete de cinco coronas que le habìa sido solicitado. Entregò el silbato a la mujer.

La actriz vio en el regalo el adorado infantilismo de su marido, su gamberrismo, su sentido para lo absurdo y le dio las gracias con una mirada hermosa, enamorada. Pero a Havel le pareciò poco:

- Ése es todo tu agradecimiento por un regalo tan bonito? - le susurrò.

Entonces la actriz le besò. Las dos mujeres no les quitaron los ojos de encima ni siquiera mientras salìan de la tienda.

Y volvieron a vagar por las calles y el parque, mordisqueando obleas, tocando el silbato, sentàndose en un banco y apostando cuàntas personas se volvìan para mirarlos.

Por la noche, en el restaurante comieron con moderaciòn, bebieron vino tinto y la actriz se sintiò enternecida. Se inclinò hacia su marido, le cogiò la mano y le dijo que aquel era uno de los dìas màs bonitos de su vida; le confesò que se habìa quedado muy triste al marcharse él, le volviò a pedir perdòn por aquella carta alocada, llena de celos, y le dio las gracias por haberla llamado para que viniese. Después empezò a contarle que la vida con él era para ella una vida llena de intranquilidad e inseguridad, que era como si Havel estuviera eternamente escapàndose, pero que precisamente por eso cada dìa era para ella una vivencia nueva, un nuevo enamoramiento, un nuevo regalo.

(...)

Dos dìas màs tarde el doctor Havel volviò de nuevo a someterse al masaje denominado subacuàtico y de nuevo estaba allì la masajista rubia, sòlo que esta vez no le puso mala cara, sino que por el contrario le sonriò y le llamò doctor, de lo cual Havel dedujo que habìa ido a la oficina a leer su ficha o habìa preguntado por él.

(...)

Esta vez, cuando el chorro de agua le hizo cosquillas en la planta del pie, la masajista sonriò y dijo que parecìa que el doctor tenìa un cuerpecito sensible. Después siguieron hablando y Havel comentò que el balneario era un aburrimiento. La masajista sonriò con picardìa y dijo que estab segura de que el doctor sabìa ingeniàrselas para no aburrirse.

(...)

Todo aquello hizo pensar a Havel que, evidentementem la breve presencia de su mujer le habìa transformado por completo a los ojos de aquella chica rubia. Pero, tal como suele suceder, cuando uno ésta contento, disfruta rechazando altanero las oportunidades que se le ofrecen, para reafirmarse en su placentera satisfacciòn. A Havel le bastaba por completo con que la muchacha rubia hubiera perdido su poco amable inaccesibilidad, con que pusiera voz dulce y ojos humildes, con que, de esa forma, se le estuviera ofreciendo indirectamente - y ya no la deseaba en absoluto. (...) Sin embargo, sonriò a la masajista rubia y le dijo que habìa decidido dedicarle la noche de hoy y que la esperarìa a las siete junto a la fuente. La chica aceptò y el doctor Havel se cubriò con una gran toalla.


El doctor Havel al cabo de veinte años (Sexta parte) en «El libro de los amores ridìculos» de Milan Kundera.




3 mensajillos:

Desconocia el libro este pero me gusta como esta escrito
 
Saturnino, Milan Kundera es muy bueno tanto por como escribe como por los temas que trata. Besotes!!
 
Es curiosa la historia y está bien escrita, aunque creo que los personajes son demasiado novelescos, no encontraría parecidos con la vida real ;)
 

Publicar un comentario